mercredi 9 septembre 2009

Alfons Figueras, un friki infiltrado en Bruguera

Topolino de Alfons Figueras
Me lo estoy pasando chachi piruli camiseta con el volumen que sacó Astiberri hace cosa de tres añitos con una selección de Topolino, el último héroe de Alfons Figueras. Y eso que, debo confesar, ya hace muuuchos años que los tebeos de humor de la editorial Bruguera (los Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape y todos los demás) me dejaron de interesar y, me temo, siguen sin interesarme, en general. En parte la culpa la tiene el que de pequeñaja mamase tebeo de mallas yanqui demasiado pronto: las Catwoman, Wonder Woman, Fénix, Vampirella, Tigra, etc. pronto eclipsaron las pizpiretas aventurillas de los personajes de Escobar, Ibáñez y cía, dejando a estos últimos relegados al baúl de los recuerdos. Claro, hay tebeos de aquella época que una sigue recordando con regocijo (El sulfato atómico, El tonel del tiempo, los primeros Superlópez), pero vamos, que seguramente hacía años que no cogía un cómic producido en su día por Bruguera para leerlo.

Ahora bien, este Topolino, el último héroe es harina de otro costal. Me decidí a leerlo tras hojearlo y descubrir entre las viñetas toda suerte de artefactos y personajes directamente reciclados del cine de serie B, los pulp y demás medios de la cultura "popular" más absencista. Robots, artefactos voladores steampunk, vaqueros, máquinas del tiempo, vampiros, cultos de otros tiempos, marcianos, momias... No falta tópico. Y todo ello en unas aventuras aceleradas, puro slapstick de estructura, entorno y personajes fijos, siguiendo una fórmula que se demuestra, sin embargo, inagotable. Para una bizarrera como servidora, una auténtica mina.

Gracias al excelente -y extenso- prólogo de Antonio Martín, uno de los mayores especialistas de nuestro país en la cosa de las viñetas, nos enteramos de algunos datos muy jugosos sobre el bueno de Figueras. Entre otras cosas, que era un coleccionista de todo tipo de artefactos pop! de derribo, y un cinéfilo empedernido; algo que, dicho sea de paso, es relativamente fácil de intuir viendo sus historietas... aunque no sé yo si hasta el extremo al que, parece, llegaba Figueras. También que él mismo reconoce que a los niños que leían los tebeos de la época no parecían gustarles mucho sus historietas, y que él mismo observó cómo solían saltárselas al llegar a ellas en las revistas en las que se publicaban (claro, estaban reservadas para connaisseurs del frikismo más zetoso de las décadas venideras). Todo un personaje, Figueras, y todo un maestro. Si fueron tan burros que, como a servidora, se les pasó este tomo en su momento, no se lo piensen y búsquenlo por su librería. Figueras se lo merece, y ustedes también.
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