Joel-Peter Witkin es uno de los fotógrafos más singulares e inquietantes que podemos encontrar en el mundillo. Nacido en Nueva York en 1939, su trayectoria le ha convertido en todo un referente del arte fotográfico en general y, en particular, de esa peculiar expresión artística que algunos críticos han venido a llamar "La Nueva Carne", título sacado de la película Videodrome ("Long live the New Flesh!") de uno de sus más ilustres representantes, David Cronenberg. Hay un libro, editado por Antonio José Navarro y con artículos de gente como Rubén Lardín, Pilar Pedraza o Antonio Weinrichter titulado justamente La Nueva Carne. Una estética perversa del cuerpo que les recomiendo efusivamente si tienen interés en el asunto. Allí encontrarán textos que hablan sobre el citado Cronenberg, pero también sobre H. R. Giger, Charles Burns, Clive Barker y otros... Incluyendo, por supuesto, a Joel-Peter Witkin.
Suelen citarse, a propósito suyo, ciertos elementos biográficos que, dicen, tienen su peso en la explicación de las peculiares obsesiones reflejadas en su arte. Se inició sexualmente con un hermafrodita, cuentan; presenció, de crío, un accidente en el que la cabeza decapitada de una niña rodó hasta sus pies; y sus padres, judio él y católica ella, terminaron separándose por motivos de discrepancia religiosa. Esto último no es raro, si ambos eran mínimamente ortodoxos. De todos modos, el tipo de explicaciones biográficas siempre me parecen demasiado a posteriori y ni condiciones necesarias, ni suficientes. El romanticismo del concepto de genio "maldito"... Nada que no pueda impostarse o sacar de otros lugares, sin experiencias "extremas" ni coqueteos con la locura. Pero eso es otro tema...
La fotografía de Joel-Peter Witkin es, claro está, extraña, grotesca, inquietante. Un catálogo de teratología, del gusto por lo deforme, lo malsano, lo mutante, lo heterogéneo. Mantiene un tonillo vintage en el blanco y negro, en el aspecto ajado de las instantáneas, pero también en la composición, en algunos de los elementos como, a veces, el vestuario, el atrezo y demás. Y más que vintage, clásico: en sus obras es fácil rastrear la influencia de grandes pintores clásicos, y más de un crítico ha citado a Velázquez, el Bosco o Goya. También, añadiría, la del Todd Browning de la gran Freaks, interés teratológico que el director de cine y el fotógrafo obviamente comparten.
Aquí no sólo hablaría, por lo demás, de "Nueva Carne", sino también de ese arte del que nos hablaba Jean Clair en De immundo. Un arte sucio, escatológico en el que, sin embargo, gozamos de recrearnos. ¿Buscando una catarsis? A saber. Siempre se me hace complicado pensar en términos generales. Me cuesta saber en qué estoy pensando yo, para encima pensar cómo será para todos o, al menos, para muchos. Pero hacer hipótesis es gratis y, si hablas de estas cosas, materia obligada. Así que bueno. Digamos que sí, catarsis. Algo que nos saque del anillo del eterno retorno de la monotonía burguesa y tal. Estaría más convencida si no fuera porque ese anillo está plagado de incrustaciones que, si no otra cosa, están por la provocación del shock. Otra cosa es que estemos más o menos insensibilizados. O insensibilizables, en potencia, con lo que sólo tendríamos que recurrir a la farmacopea, lo cual sin duda deberemos hacer si el arte llega a conseguir su objetivo. Imaginen el desastre.
¿Cómo sería ser una foto de Joel-Peter Witkin? No hablo en sentido figurado, o lo hago sólo en parte. Andróginos, hermafroditas, lisiados, deformes, un muestrario de excepciones a las convenciones y las reglas. Ahí, congelados en un escenario cortado con cizalla. Es una impresión rara. Vale, chunga. Pero eso es el arte, ¿no? Un espejo que nunca muestra lo que hay en él, sino lo que hay en nosotros. Por eso se blinda... todo lo que digamos de él, lo estaremos haciendo sobre nosotros mismos. El arte, el de Witkin en particular, pero quizá todo él en general, te mira por encima del hombro. Escandalízate, si quieres. Aborréceme si te da la gana. Es igual. Es cosa tuya. Yo gano.
Si es arte, entonces, toca confesión, siempre toca confesión. Un cacho de la mía está en estas líneas. Convertida por un rato en modelo de Joel-Peter Witkin. De un Joel-Peter Witkin que ya no es un señor que hace fotos, sino sus fotos y, más que estas, el armazón, la "presencia de una lejanía por cercana que pueda estar", lo que nos quedó al mirar detrás del escenario y descubrirlo vacío. Pero sólo a nuestra mirada. No a la suya.
4 commentaires:
Un grandísimo y oscuro artista. Hace ya un tiempo que le dediqué un post
http://tengobocaynopuedogritar.blogspot.com/2009/06/joel-peter-witkin-13-de-septiembre-de.html
Me ha gustado mucho tu punto de vista.
Un saludo1
Acabo de leer tu entrada, francamente excelente. No he rebuscado demasiado en su biografía (ya digo que esas cosas me parecen accesorias y más externas al propio arte de lo que todo el mundo parece estar de acuerdo en insistir; o el arte trasciende al artista, o no es arte, y "trascender" significa que ya no es suyo, ya no es de nadie), pero resultan curiosas algunas cosas que cuentas. Tenemos alguna cosa en común, en lo biográfico, digo, Joel-Peter Witkin y yo... Claro que eso no significa nada. En todo caso, te alabo el gusto, Crowley. Witkin no es demasiado conocido fuera de ciertos círculos, y no está de más darle un poco más de prensa.
Besico!
normalmente estas cosas me gustan pero, no sé, me ha puesto los pelos de punta :(
Si este tipo de autores llegan a "gustarte", problema. No creo que eso sea de lo que trata. En cambio, que te ponga "los pelos de punta" es buena señal, diría yo. ;)
Besico!
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