Te presento: X., aquí unos derivados, y la yema de sus pies es toda tuya. Puedes lamer, pero intégralo en lo que pueda conversarse antes de condescendencias: si transgredes su hagiografía quizá esos sublimes filisteos se comerán tus ojos y orinarán las cuencas vacías. Está escrito, huele la tinta y lo sabrás.
Por lo que pueda pasar, el carnicero se ha cardado el pelo. Y a mí esto ya ha dejado de interesarme, es el momento de masajearte el hígado con algodones.
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