Cuando me pega el puntazo por algo en particular, soy peligrosa... para mí misma, claro está. Y mira tú por dónde, me dio por las "plumas sucias". Ya había leído alguna cosilla de ese palo... por ejemplo, la muy chula novela Paradoxia de Lydia Lunch, artista multidisciplinar algunos de cuyos discos tengo muy escuchados... y algunos de sus cortos también he visto, también. O, supongo que cuenta, Sexual personae y Vamps & Tramps de Camille Paglia, la diva POP! y profetisa de lo ctónico. Ahora me he leído prácticamente del tirón tres libros que podrían meterse, es un decir, en el mismo saco de esas "plumas sucias": Zonas húmedas de Charlotte Roche, Testo yonqui de Beatriz Preciado y éste del que diré alguna cosilla, Sexografías de Gabriela Wiener. De todas las demás tendría también bastante que contar, pero lo dejaremos para otro día.
Bueno, el libro. Es un recopilatorio de artículos diversos, escritos inicialmente para revistas y tal. Se divide en tres áreas separadas por sus títulos respectivos, aunque no sé, la lectura es bastante homogénea y no se nota mucho salto, aunque en teoría parece querer aislarse los artículos que se centran más en la propia Gabriela que otros en los que la función "periodística" es más evidente. O algo así. Porque en realidad Gabriela Wiener practica una suerte de algo a lo que llaman periodismo gonzo, cuyo patriarca parece ser Hunter S. Thompson -no he leído nada suyo, aunque el otro día vi un libro suyo en pitinglish ¡en Alcampo! y a punto estuve de cogerlo...-, y la diferencia entre "objetividad" y "subjetividad" del periodismo clásico se nos va a tomar viento fresco... Por lo que veo, la crítica se ha sacado de la manga la etiqueta para definir un tipo de periodismo en el que el periodista, más que ser un espectador "objetivo" de la noticia, se mete en ella, se implica como parte de la misma... Eso entiendo yo, más o menos. Imagino que lo que David Foster Wallace hizo en libros como Hablemos de langostas, o Chuck Palahniuk en Error humano, se acerca a la idea de ese "Nuevo periodismo" más o menos gonzo. Pero dejemos las etiquetas, que total yo no me aclaro mucho.
El caso: Gabriela Wiener nos cuenta en estos artículos un buen puñado de historias. De historias que generalmente tienen que ver con el sexo, obviamente (con ese título...) Y lo hace pues eso, con la "pluma sucia", sin tapujos, desvelando intimidades propias y ajenas no sólo desde una perspectiva amplia, generalista, sino acercando las anteojeras, hacia el detalle de los rincones, de las partículas, de los fluidos: de los cuerpos tal y como se ven cuando te pegas a ellos, vamos. Y en el fondo da igual que la experiencia -más que la noticia- tenga que ver con clubs de swingers, con pechos extra y sobaqueros extirpados, con Nacho Vidal, con el sadomasoquismo, la ayahuasca... Teatros de teórica marginalidad, de ob/scenidad (lo que supuestamente queda "fuera de escena", social en este caso), de la sacrosanta esfera de lo privado/privatizado/privatizable. Ese es, más o menos, el contexto, el tema, el motor de la acción.
Pero no es, para mí, lo más interesante del libro. A estas alturas, leer sobre tatuajes carcelarios, clubs de swingers, experiencias con drogas, prostitución y transexualidad... pues como que no llama de por sí la atención, vamos. Hemos tenido ya muchos escritores dedicados a escarbar en la basura, a sacar a la luz toda clase de "cochinadas", sexuales, pornográficas, "desviadas", el catálogo completo de la psychopathia sexualis: Céline, Henry Miller, Bukowski, Burroughs, J. G. Ballard... Por no mencionar el porno y su barra libre en internet, claro. No, lo que mola del libro es la propia Gabriela, su voz en las historias. Esa mezcla de candidez, de inocencia (¿impostada? nah...) y obsesión, liberalidad, afán de experimentación, sentido del propio cuerpo... y del ajeno. Parte monje jesuita, parte prostituta sagrada, Grabriela Wiener salta en estas historias de mata en mata (de pelo), abejita de flor en flor, libando de todos y cada uno de los cuerpos que se cruzan en sus peripateos, marcando y dejándose marcar por el Otro corporalizado. Experiencia de la trascendencia de la carne, vía mística a pesar de sí misma, las verdades de la carne se muestran en su desnudez, exudando de sus poros: basar, nefesh, ruah.
Tocar tierra es, a veces, el mejor modo de salir volando. Tocando, palpando, somatizando la experiencia, contándome sus cositas con su voz de amiguita que se desnuda para meterse contigo en la bañera, Gabriela Wiener me ha hecho levitar hasta dar con la cabeza en el techo. Me quedaré esa herida: el mejor regalo.