vendredi 14 août 2009

Empachada de Rubén Darío y mi BIG MOMENTAZO POP!poético

Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza

Que servidora es una donkey konga (o monoburra, si prefieren) no es algo que descubriremos ahora. Que tengo un criterio lector superdescriterializado y mineralizado tampoco. Así que entre las lecturas de mi retiro carnal ha aparecido un librito del amigo Rubén Darío, ese excelso poeta nicaragüense que no falta de ningún temario de literatura hispana que se precie. Justamente, añado. El libro en cuestión es "Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas" -no es la edición de la foto de arriba, que es una que he encontrado vía Google-, en edición de Francisco J. Díez de Revenga y publicado por Ediciones Almar. Vale, lo encontré de refilón en el quiosco del pueblo a menos de tres euros, con su retractilado y todo: puro sibaritismo y ansias de culturizarme lo mío, ya ven.

Ahora viene excursus, para circunstanciar y excusationar (y excusatio non petita...) De chinorrica gané un premio de poesía (¡gran mérito!, díganme de alguien que no haya ganado alguna medallica o premio local en la vida para poderle hacer un reconocimiento...) Bueno, la, ejem, poesía ganadora era una chorrada que había escrito quince minutos antes de ir al cole (me olvidé que tocaba entregarla, así que, la historia de mi vida, la escribí aprisa y corriendo), y mi profe de catalán la presentó a concurso sin avisarme siquiera. Ya les decía que a esas edades ni chufa de catalufo, así que la cosa, aparte de un pestiño de carnet, tenía más faltas de hortografía que parida por un hoygan. El caso es que un tiempo después, olvidada la poesía (y lástima que no quedara la cosa así), me avisan de que he ganado un premio, y yo sin saber ni de qué ni por qué. Vale, me lo aclaran, yo que pues bueno, y el día de la entrega amanezco con 40 de fiebre. Mis papás me llevaron aspirinada hasta las cachas, y recuerdo estar medio flipá escuchando cómo mi profesor de catalán se deshacía en elogios -supongo- mientras realizaba la profunda exégesis -supongo- de mis burruños. De allí saqué dos conclusiones:

a) La crítica literaria es algo curioso. Por así decir.

b) Escribir poesía es algo que te convierte en candidato a sufrir un ridículo atroz. Tengas tú culpa o no.

Les contaba la tontería de las cinco de la tarde para venirles a explicar por qué no he vuelto a escribir poesía "seria" desde entonces (no, no es que me haya entrado el sentido común, es que me he dedicado a escribir cosas incomprensibles y absurdas directamente, sin necesidad de exégesis y a primera vista, siempre que me ha dado la ínfula "artística"). Por lo demás, mi faceta de, ejem, "crítica" es de las autoconscientes: colecciones de truños como puños que, si a la obra que haga al caso no, al menos a mí me retratan de maravilla.

Pero les hablaba de Rubén Darío. A ver, que sí, que debería soltar el rastrobaba ante uno de "nuestros" grandes clásicos y tal. Pero es que una lee cosas como ésta...

Nosotros exprimimos las uvas de Champaña / para beber por Francia y en un cristal de España.

En el contexto de un poema de peloteo al Cyrano de Rostand y con una cosa que hoy diríamos "multicultural" o algo de, esto, maridaje entre lo gabacho y lo batueco. Vale, pues aparte de horterín, esa figura del brindis es... ¿Manida? Pero bueno, esta es una frase al azar. Es que el libro está lleno...

¡Oh ruido divino / oh ruido sonoro!

Wow, "divino", gran adjetivo, originalísimo. Lo mejor: ruido "sonoro". Y nieve blanca, y sol caliente, y...

Esperen, un gran recurso para traer, em, "originalidad" y "profundidad": meter mogollón de personajes y demás rollos míticos, preferiblemente grecolatinos, que visten. En una sola página (la 72, por si también se han gastado los tres euros), cuento seis: castalia, Psiquis, Filomela, Hipsipila, fauno y Pan. Sin tirar de J. P. Vernant ni nada.

Luego están los arrebatos religiosos:

¡Oh, señor Jesucristo! por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?

He leído algún cuaderno de catequista con horteraditas más conseguidas, la verdad.

Pero es que todo el libro es así, suma y sigue. Al principio tiene su gracia. A las dos páginas la ha perdido. Vale, quizá es que el libro es antigüillo y una está demasiado contaminada de cultura trash y postmoderneces (que también). Pero es que, digamos, Quevedo es bastante más antiguo y vamos, a mí no es que no se me caiga de las manos, es que me flipa.

Pienso que mi problema con Rubén Darío -y unos cuantillos más de esos clásicos de la moñada- no está con Rubén, está conmigo. Que he desarrollado demasiada malamilk como para poder seguir leyendo esas cosicas con el alma pura e inocente cual cabritilla retozando por los prados. O, simplemente, que mi nivel de cazurrez me impide ver más allá de cierta superficie y captar las intrincadísimas sutilezas que un análisis profundo sería capaz de hacer aflorar. Como aquello que debió hacer mi profe de catalán mientras a mí me freían la fiebre y la vergüenza propia y ajena, digo yo.

3 commentaires:

el gotico a dit…

Pero es que Ruben Darío es el padre del modernismo (en castellano, claro), que viene a decir que es el padre de la forma rebuscada y la cursileria, porque el modernismo reinvindica eso frente a la literatura de finales del XIX tan pedagogica y util.

Lo que vengo a decir es que Darío (al menos sus primeras etapas) es de una lectura innecesaria para el lector que no sea un estudioso del tema, vamos, que es un coñazo moñas del quince. Normal que le aburra.

Y eso que el libro que ha elegido tampoco es de los mas pastelosos, que el último poema es este:

XLI
LO FATAL

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.


Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por


lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!


Que, aunque aparta todo lo cursi para ponerse mas seriote y todo muy emo no deja de ser poesia afectada y barroca que puede aburrir, es cierto, pero es que ese poema formalmente, que es a lo que aspiran los modernistas, es perfecto.

Olvide a Darío y a otros, tipo Calderón de la Barca, y busque a Antonio Machado y a Cesar Vallejo, y si reamente le va lo extremo, la vanguardia y el puro siglo XX, lea Altazor de Vicente Huidobro.

La Perse a dit…

Tomo nota, tomo nota. A Machado lo leí en su día y me gustó, no sé qué tal le sentaría la relectura, pero debería probar. A Vallejo y Huidobro nones de nones, así que los apunto para el próximo curso.

Y bienvenido a la Perse, y gracias por tus palabras; se ve que controlas el tema, y me alegra ver que no te parece raro que el amiguete Darío me aburra.

Besico y shabbath shalom!

el gotico a dit…

Nada, aficionado XD

Un saludo

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